miércoles, 10 de noviembre de 2010

LA CASA Y SU HABITANTE

Los manteles de hilo
están zurcidos
en aquella casa

En el fondo de las copas astilladas de una vajilla incompleta
yace el recuerdo de días mejores.
La opaca caoba de la mesa
conserva el vino de antiguos brindis.

El piso cruje
y las puertas resisten.

Las violetas lucen como antaño.
¿Han vuelto a florecer
para recordar fechas
enredadas en trozos de cortinas amontonados en el baúl?
Las paredes agrietadas dicen bastante;
las bisagras oxidadas, 
las cerraduras inservibles,
los zócalos mordidos, 
los mosaicos quebrados,
dicen bastante. Comprende que aquella casa
la llevas en tu mirada perdida
en bulliciosos comedores.

La inconformidad es característica del ser humano, siempre queremos algo más y no nos basta con lo que tenemos y más cuando un tiempo pasado fue mejor que cualquier futuro. Siempre queda en nuestro corazón la añoranza de un pasado mejor, de esas cosas que valoramos de verdad pero que el tiempo se ha encargado de cambiar. Buscamos eso que nos hace sentir cómodos y confiados, a lo que ya estamos acostumbrados, a los recuerdos.

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